“Innovar o Morir”, cuántas veces hemos escuchado y utilizado esta frase, ya sea de manera personal; en un cambio de look, de actitud. O de manera profesional; iniciando una maestría, nuevos retos, etc… Dentro de una empresa, la innovación tiene que involucrar a todos los departamentos y a todos los niveles de puestos, siendo los directivos los encargados de motivarla hacia los colaboradores, para ser más competitivos. Pero no es tan fácil como se escucha, ya que ello implica salir de tu zona de confort, un esfuerzo y un cambio.
Según Sherman Gee, innovación es el proceso en el cual, a partir de una idea, invención o reconocimiento de una necesidad se desarrolla un producto, técnica o servicio útil, y es aceptado comercialmente.
Es decir, no solo se trata de cambiar por innovar, es crear, y dirigir los esfuerzos en todos los departamentos, procesos y operaciones de la empresa, para satisfacer necesidades de los clientes, a través de un producto o servicio final. Cabe mencionar que la mayoría de las empresas, invariablemente tienen como Misión las siguientes frases: “Satisfacer las necesidades de los clientes”, “Apoyar, brindar el mejor servicio a nuestros clientes”, “Exceder las expectativas del mercado meta”, etc…, todas totalmente enfocadas a los clientes.
La Misión de una organización “es su propósito general”, según O. C. Ferrel y Geoffrey Hirt. (Introducción a los negocios en un mundo cambiante, McGraw Hill, 2004).
Pero en la actualidad vivimos en un mercado altamente competido y saturado, ocasionado por el efecto de la globalización, lo que lleva a las empresas a estar innovando constantemente en sus productos o procesos. Pero la mayoría de los directivos toman decisiones de innovación, haciendo a un lado la Misión, el propósito general de la empresa; en lugar de realizar innovaciones enfocadas en el cliente. Esa es la gran diferencia entre el éxito y el fracaso de una empresa.
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Escrito por Graciela Lomeli Alejandre
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