Hace un par de años el filósofo español Santiago Zabala decía en una entrevista que “la verdad no es el resultado de determinadas descripciones, sino una consecuencia de interpretaciones productivas pero siempre incompletas”. Zabala es lo que se llama un filósofo hermenéutico, un filósofo centrado en el conocimiento del ser desde la interpretación subjetiva del mismo, buscando la objetividad, vamos, una paradoja. Esta aparente contradicción encierra, sin embargo, una importante carga de progreso en su esencia, pues supone la aparición de modelos distintos de comprender el mundo, a veces contrarios, pero racionalmente construidos y que favorecen la aparición de teorías innovadoras y potencialmente disruptivas.
El ser humano interpreta el mundo y la realidad desde su propia perspectiva. Parte para esa interpretación de unos conocimientos adquiridos y de una personalidad heredada. Recordemos la famosa sentencia de Ortega y Gasset, “yo soy yo y mis circunstancias”. Sigue leyendo