En las postrimerías de la II Guerra, cuando Inglaterra en solitario perdía desastrosamente Churchill manifestó: “soy optimista, no me parece útil otra cosa”. Esta disposición frente a la vida la aplaudimos, es nuestro referente, porque si no la balanza se inclina al pesimismo. Hacia lo que Freud llama “Infelicidad Humana Común”, dándole excesivo valor al pesimismo (más alerta a amenazas y peligros). Vivimos inmersos en lo negativo, los medios de comunicación “negros” que muestran un mundo desesperanzado, hiperconsumista y una siniestra carga de nube negra. Tenemos que balancear la ecuación con optimismo inteligente, con esperanza; creer que nuestro mundo es el mejor de los mundos posibles y sobre todo que lo podemos mejorar:
“Sé tú el cambio que quieres en el mundo” Gandhi.
La humanidad al ir, gracias a Dios, resolviendo muchos de sus problemas básicos y al mejorar la expectativa de vida de 25 a 100 años, en tan solo dos generaciones, se enfoca en ámbitos nunca estudiados pero necesarios para los que aspiramos a vivir los 100 años. Hay doctorados en felicidad, inteligencia emocional y pensamiento positivo. La gestión emocional hoy es esencial y el optimismo ha logrado despertar el interés de la ciencia. Sigue leyendo